Siempre en la misma esquina como esperando algo, observando todo, la soledad lo acompañaba.
Aquel simpático viejito viendo el tiempo pasar, su mirada tan triste, tan alegre.
Pasaban días y días, semanas y semanas, y el siempre allí.
¿Qué esperaba? No se,
¿Quién lo sabe? Solo el talvez.
Una mezcla de simpatía, ternura y lastima me obligaron a acercarme poco a poco a el.
Amigos nos hicimos con el tiempo, charlábamos largas horas sentados en aquel banquillo, pero a pesar de estar acompañado parecía sentirse solo…
Ese corazón esperando algo…
¿Qué?
Nunca se lo pregunte.
Con el tiempo el anciano dejo de ir a aquel banquito, comencé a sentirme solo, pero siempre pasaba por esa esquina para ver si el estaba allí.
Y ya, de pronto, deje de preguntarme lo que el esperaba…
Ann!
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